Benedicto XVI


BENEDICTO XVI
Nuestro maestro en la fe





Monjes Contemplativos Albertinianos (MCA)
Nosotros estamos convencidos que el Papa emérito Benedicto XVI ha hecho posible durante su trayectoria teológica la urgente continuidad hermenéutica entre el antes y el después del Concilio Vaticano II. Este es un acontecimiento eclesial sin paralelo en la historia contemporánea de la Iglesia. La huella de Benedicto XVI en la teología católica contemporánea no solo ha hecho que la ruptura entre fe y razón, de seculares ancestros esté hoy superada de cara al futuro del quehacer teológico interdisciplinar, sino, también su teología profético-sapiencial abre para la iglesia de Jesucristo nuevos caminos que nos conducen a la santidad de vida mediante el seguimiento de Jesucristo Dios y hombre verdadero en un mundo que vive como si Dios no existiera. La vida del Santo Padre emérito es toda una liturgia para Dios, a la vez que nos ha heredado una escuela litúrgica nacida de la más genuina tradición de la Iglesia Católica y de su corazón creyente. Esta noble iniciativa es para nosotros un regalo del Espíritu Santo para nuestros tiempos y la apoyamos, no solo a través de este medio, sino habiendo asumido en nuestro monasterio desde hace algún tiempo su escuela litúrgica, su teología y su testimonio de vida. Que Dios ilumine a todos los que tienen capacidad de decisión en la Iglesia, particularmente S.S. El Papa Francisco.
En Cristo, María y San Agustín,

Es motivo de gran gozo ver que Papa Francisco ha expresado palabras muy significativas de cara a la causa que nos une: Benedicto XVI, Doctor de la Iglesia ya. Tal como lo dijimos en nuestro primer escrito de apoyo a esta justa causa, volvemos a decir que “toda la vida de S.S. el Papa Emérito Benedicto XVI es una liturgia para Dios”. El movimiento “hacia” la liturgia inaugurado por nuestro amado Papa Emérito es un llamado a vivir la humanidad nueva en Cristo en la clave celebrativa y gozosa, personal, histórica y cósmica, de una liturgia en la que el hombre y Dios se abrazan. No en vano la liturgia en la escuela del Papa Emérito es una ventana al Misterio de Dios y, a la vez, una ventana al misterio del hombre. No nos cansamos de darle gracias a Dios por el don del Papa Emérito. Con todos los que anhelamos verle proclamado como Doctor de la Iglesia, seguimos orando para que el Espíritu Santo confirme este noble deseo para el bien de la Iglesia y del Pueblo de Dios. Unidos en Cristo y María, Monjes Contemplativos Albertinianos de la “Regula ad Servos Dei” de San Agustín.




SIGUIENDO LAS HUELLAS DE AGUSTÍN Y RATZINGER-BENEDICTO XVI






Reflexiones sobre Antropología Trinitaria I



Fray Jaime Valdivia Pinell, MCA


Amor meus pondus meus

El “pondus” ontológico del hombre es el amor. San Agustín pone todo su corazón en lo que piensa. El “pondus”, peso específico del ser humano, nos lo hereda Agustín cuando dice “mi amor es mi peso y por el soy llevado a donde quiera que voy” (Confs., XIII, 9: “pondus meum amor meus; eo feror, quocumque feror”). Peso específico que tiende a su lugar, de tal manera que fuera del “pondus” el hombre pierde su lugar, esto es, su ser, porque mi peso específico me da la existencia. En este sentido, el “pondus” y lo ontológico son lo mismo, porque el pondus ontológico del hombre es el amor.

Porque somos creados a imagen y semejanza de un Dios que es Trinidad, comunidad de amor, el hombre es lo que ama (S. Agustín). Este “novum” sobre Dios sobrepasa toda abstracción metafísica sobre Dios. En “Dios es amor” (1Jn 4, 8) aparece lo más original del Dios que se revela en los hechos y palabras de Jesús: en primer lugar Dios es El Misterio de inclusión y en segundo lugar, Dios es El Misterio que por amor entra en nuestro espacio-tiempo histórico, se hace hombre en todo menos en el pecado, esto es, en aquello que no es humano (cf., Flp 2, 6-11). Así El Dios Santo, la Trinidad Inmanente, Dios en sí, se convierte en el “Dios con nosotros” y nos invita a seguirlo para que siguiéndolo aprendamos a ser hombres desde nuestra ontología específica: el amor. Si Jesús es el ser que ama, el “proexistente”, el “ser para los demás”, entonces el hombre que lo sigue, se cristifica, se hace un ser para los demás. En esto consiste que el “pondus” ontológico del hombre es el amor.

El hombre es  lo que ama.  Al margen del amor el ser humano deviene no-hombre: “Quien dice que ama a Dios a quien no ve y odia a su hermano a quien si ve, es un mentiroso” (1Jn 4, 20). Esto es, un no-hombre. La no-humanidad deviene del odio a Dios. Por esto, la máxima manifestación del amor es la del “homo verus”, quien por amor a ti y a mi subió a la cruz y derramó su sangre por nosotros.  El amor verdadero es el que sube a la cruz. Entonces, seguir a Jesús significa ruptura “con” (“adversio ad creaturas”) e inicio “de un nuevo nacimiento” (“conversio a Deo”): el hombre nuevo. Seguirlo a Él es un camino de humanización, es la escuela del hombre nuevo: “Cristo hombre es mi camino, Cristo Dios es mi destino; voy a Él, por Él” (S. Agustín). Al final “seremos juzgados por el amor” (S. Juan de la Cruz).

Hemos nacido de nuevo para ser constructores de la nueva humanidad, la humanidad del reino, en pequeñas comunidades “signo”, “semillas” del reino, porque al decir de Jesús, “el reino es como un grano de mostaza…,” (cf., Mt 13, 31) (Continúa)


Reflexiones sobre Antropología Trinitaria II

El "pondus" del amor y la novedad perijorética de la comunidad del reino.